El tren de la costa... de retiro

-¿Cuánto sale el boleto?
-¿Y adónde vas? -me preguntó el boletero.
-No sé -me extrañó la pregunta- ¿Cómo adónde voy?
-Sí, ¿adónde vas, pibe? No salen igual todos los boletos.
-Ah, ¿no?
-No.
-Bueno -le dije y con la mano hice como un remolino en el aire-, para dar toda la vuelta, ¿cuánto me saldría?
El boletero me miró con cara de pocos amigos.
-¿Qué?
-Sí, a dar la vuelta, ¿se puede?
-¿Qué vuelta queres dar, pibe?
Volví a hacer el remolino con la mano.
-No sé, la vuelta.
El boletero se quedó en silencio durante un largo rato.
-¿Pero vos te pensas que esto -señaló para arriba- es el Tren de la Costa?
-¿Qué, no lo es?
-¿Me estás cargando?
-No, no.
-¿De verdad te pensas que esto es el Tren de la Costa?
-¿No es?
-No, pibe, no es -se acercó más al vidrio que, por suerte, nos separaba-. Este va a Retiro, ¿entendes?, a Retiro.
-Ah...
-Vos tenías que doblar para el otro lado, por donde entraste pero para la izquierda -me señaló para la salida.
-¿Para allá?...
-Andá para allá, doblá para el otro lado y cruzá el puente que está sobre la avenida... ahí es el Tren de la Costa, pibe, ahí es. ¿Cómo va a ser acá?, ¿me estás cargando?

Salí de la boletería, convencido de que muchos confundirían al Tren de la Costa con uno que va a Retiro si no hay carteles que indiquen qué es cada cosa. Un linyera que dormía al costado del andén se desperezó y me miró como desorientado. Tal vez él también se había equivocado.

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