Se viene la noche

Hace unos días, cuando el jefe de los administrativos entró en la oficina de los analistas, si hubiera tenido que juzgar lo que iba a decirme por la cara de espanto que traía, como mínimo, tendría que haber pensado que sonaban las trompetas y que al menos tres de los cuatro jinetes ya le habían mandando un mensajito al celular para avisarle que se estaban por empernar a toda la humanidad. Ante semejante catástrofe, que me soltara un simplón “¡Están todos los registros duplicados!”, la verdad que no me pareció un gran problema.

Resulta que en esos días tenían que cerrar la liquidación para pagarle a los empleados, y como el sistema que calcula el presentismo y las horas extras se había tomado vacaciones, tuvimos que subir todos los datos a mano, y como era de esperarse, hubo duplicados, errores, inconsistencias y otras yerbas.

- ¿Todos los registros están duplicados? -le pregunté.
- Sí, todos, es un desastre -me respondió con la vos dramática de un actor de cuarta.
- Bueno, dejame que lo vea así eliminamos los duplicados.
- Es que no entendés -me miró como si le hubiera propuesto salir a correr en tanga- Es un desastre, están todos duplicados.
- Bueno, dejame que lo vea así eliminamos los duplicados -en este punto ya había encendido el disco y habría repetido lo mismo hasta el fin de los tiempos, pero como el administrativo me conoce, prefirió darse vuelta a lo migré y salió de la oficina.

La “catástrofe” no resultó ser más que un par de legajos duplicados, otros tantos presentes aunque tenían vacaciones y uno que otro que había hecho treinta y dos horas extras en un sólo día.

En realidad no sé de qué me quejo, después de todo, no creo que muchos puedan decir que trabajan con clones de Arnaldo André… aunque a los míos los clonaron en Taiwán e hicieron copias de copias, pero bueno, es lo que hay.

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