Al 2012 no llegamos

Ya lo decían los Mayas hace quien sabe cuantos años: en el 2012 se acaba el mundo. Y ahora lo entiendo, ahora lo veo venir. La República Argentina acaba de convertirse en el primer país de Sudamérica en aprobar una ley que permite casarse a los homosexuales. Es el comienzo del fin más temido.

La nueva ley atenta contra la sagrada familia reverenciada por la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, y atenta contra los más básicos principios morales y fundamentales del ciudadano argentino que con tanto esfuerzo ha logrado enaltecer nuestra ejemplar sociedad a los niveles más altos, porque ahora la nueva ley permite que los putos se casen y de la noche a la mañana hay que soportar que los desgraciados se crean iguales. ¿Pero dónde más se habrá visto semejante ultraje a la moral y la catadura emblemática que con tantos años de noble esfuerzo hemos logrado alcanzar?


No quiero imaginar lo que sigue ahora, ¡lo que veremos en el pobre futuro que nos espera! Pero en realidad ya me lo imagino, ahora que los sodomitas del diablo pueden casarse, los bastiones de nuestra sagrada sociedad van a desmoronarse hasta el mismo infierno. Y ya veo maricas con bebes a cuestas mendigando por la calle, harapientos y mal alimentados sin presente ni futuro; maricas adoptando criaturas por docena para mandarlos a pedir monedas, hijos de desviados aspirando veneno en bolsas de plástico, niños perdidos durmiendo en la calle y el frio, condenados a una vida de ausencias. ¡Ya los veo!, ¡oh Dios si los veo! Los torcidos nunca podrían compararse a nuestras santas madres, heterosexuales, derechas y argentinas, madres maravillosas que jamás harían eso con sus hijos.

¡Y nuestros padres! ¡Oh, nuestros padres! Ejemplos de hombres como Dios manda, trabajadores de sol a sol que jamás alzarían una mano contra sus vástagos sino en su defensa. Padres amorosos que jamás encerrarían a su hija en un sótano y la violarían durante veinte años y la dejarían ahí, perdida y a oscuras, criando a los frutos de ese ultraje. ¡Oh, no! Padres ejemplares son los heterosexuales, que jamás fornicarían con sus secretarías veinteañeras ni engañarían a sus adorables mujeres, ni siquiera cuando van a escondidas a hacerse cojer por un trava, porque un trava es una mujer: tiene tetas. ¡Machos en toda regla!

Y somos desagradecidos con nuestra Santa Iglesia que a todos nos cuida, nuestra santísima institución religiosa que por el bien de todos nosotros ha dicho que ¡nunca jamás aceptará el casamiento entre los sodomitas desgraciados! Nuestra Santísima Iglesia y sus Santos Padres que cada tanto se comen un pibe porque esos pibes los provocan, ¡oh si los provocan!, esos niños de carnes jóvenes y mal influenciados por los torcidos, ¡esos niños promiscuos de siete u ocho años que tanto hacen sufrir a nuestros Santos Padres! Y ellos, siervos de Dios, a veces caen en la tentación y sufren, ¡oh si sufren! mientras imploran: vos chupá tranquilo que es el deseo del Señor, yo te lo digo, nadie se va a enterar. ¡A todos ellos los hemos defraudado y les hemos dado la espalda ahora que los borregos antinaturales pueden casarse!

Pero creo que al menos aún queda alguna esperanza, una luz que se niega a desaparecer por completo, porque mientras que los ciudadanos honestos y valerosos sigan saliendo a la calle a manifestarse en contra de los inmorales, mientras que todos los heterosexuales, o sea, los ciudadanos de bien, de familia, de la Santa Iglesia, del no abuso a los menores, de la no explotación a los que sufren, del no adulterio, de la igualdad para algunos y de la condena a las diferencias, sigan con la frente en alto gritando que a los anormales hay que matarlos a todos, sabré que en el fondo no todo está perdido y que todavía puede haber alguna luz de esperanza.


Dios quiera que el 2012 nos encuentre unidos y hermanos en contra de los que atentan contra la verdadera moral, y así todos juntos tal vez podamos gritarle a los Mayas: ¡Ustedes sí que la tienen adentro!

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