Manifiesto II





“[…] y Dios, la clonación y el alma”


No me considero un completo ateo ya que hay realidades que la ciencia no me puede explicar, ni me considero agnóstico ya que vivo fuera de ese limbo de indecisiones que nunca termina de decantarse, ni mucho menos me considero un verdadero religioso ya que hay verdades que la religión no me puede ocultar. En el fondo me considero medio ateo, algo agnóstico y menos religioso de lo que quisiera.

No recuerdo la primera vez que escuché la palabra clonación, pero seguro habrá sido en alguna película; de chico no leía historias de ciencia ficción así que es poco probable que la haya descubierto en algún libro. Algunos años después, ya en la secundaria, un compañero escribió una historia acerca de un clon que le robaba la identidad a la persona clonada. No era demasiado original, la idea de clonación era en esa época un misterio habitual en las historias fantásticas, una fantasía en la misma línea que los viajes en el tiempo, los duendes y la fuente de la juventud eterna.

Pero en algún momento la ciencia irrumpió en la fantasía y la clonación dejó de ser ese misterio extraño, y de un día para el otro se desataron las peores discusiones sobre la clonación humana, la ética y la religión; dudas sobre el futuro del hombre tal cual lo conocemos y otros menesteres que, otra vez, parecían más argumentos refritos de historias fantásticas que de la realidad cotidiana. Los noticieros explicaban a destiempo las cadenas de ADN, las inyecciones, las células, las fotocopiadoras, las ovejas y los dinosaurios: todo en una misma frase que luego respaldaban sobre el científico de turno. Una vez más la ciencia había derrocado a la fantasía: la tierra no era el centro del universo, la clonación era un hecho.

Ahora hay silencio.

La clonación existe, ya no es un misterio ni es ciencia ficción, pero la clonación humana nadie la nombra. Se han hecho tratados, se han escrito cientos de líneas de cartas y leyes, se han conjeturado las mil y una posibilidades y luego se han vuelto a conjeturar. ¿Sería posible clonar a un ser humano? Demasiadas respuestas para una sola pregunta.

Supongamos por un momento que es posible. Un día determinado, una persona cualquiera entrega su ADN para que hagan un duplicado de sí mismo. Imaginemos al ADN como un mapa detallado con las especificaciones para construir   -en nuestro caso-   un ser humano. Un tiempo después, nace un bebe creado con ese mismo mapa genético que le dio vida al donante original. ¿Serán personas iguales? Antes de hablar de personas, deberíamos hablar de seres humanos, o mejor dicho, del ser humano como especie.

El recién nacido podrá haber sido creado con el mismo mapa genético pero no será igual al original: uno tiene más años que el otro, y el paso del tiempo altera el organismo, incluso los gemelos idénticos al crecer comienzan a distanciarse y a cambiar. El tiempo no es igual para todos, que lo digan los abuelos si quedan dudas: la vida a veces pasa por nuestro lado y nos lleva de la mano, otras veces en cambio nos pasa por encima y nos arroya. El ser humano original y el ser clonado serán diferentes: uno será un recién nacido, el otro será un adulto.

A medida que el ser clonado se desarrolla, vive y se acerca a la edad del donante original, ¿podrá recordar su pasado, el pasado del ser humano original? El mapa genético que usaron para crearlo no contiene ni los recuerdos ni las vivencias del ser humano original, no contiene nada de su vida hasta el momento de la clonación, solamente el detalle minucioso para construir a un ser humano -a un único ser humano-. Estaría mal decir que nada afecta al ADN de una persona, pero los cambios o daños que pudiera sufrir durante el transcurso de la vida no son los que justamente le permitirían a un ser clonado recordar cosas que nunca vivió. ¿Serán entonces personas iguales? No lo serán, ni siquiera a nivel biológico.

Para lograr personas iguales primero habría que agregarle a cualquier proceso de clonación un paso adicional en donde el ser humano original, además de donar su ADN con el mapa genético para crear al ser clonado, done también el mapa neuronal de su cerebro, la forma en que las neuronas se alinean, las conexiones que han hecho entre ellas, los recuerdos que se han fijado en esas pistas intrincadas. Ese mapa neuronal debería ser implantado en el ser clonado cuando alcance la misma edad que el ser humano original, de esa forma obtendría todo el conocimiento y los recuerdos, las huellas que la vida fue dejando en el cerebro del ser humano original hasta el momento de la clonación. Ahora sí: ¿serán entonces personas iguales? La respuesta seguirá siendo la misma: no lo serán.

Hay un problema adicional en ese proceso, un problema intrínseco a la vida: el ser clonado al desarrollarse no tendrá el cerebro con la misma forma que tenía el ser humano original. Los acontecimientos de su vida cambiarán en forma dramática la estructura celular de su cerebro, porque habrá sido concebido con el mismo mapa genético, pero nada lo libra de sufrir enfermedades o accidentes que dañen su estructura, incluso nada lo libra de morir antes de alcanzar la edad del ser humano original.

Por lo tanto, el mapa neuronal con los recuerdos y las vivencias que dejaron una huella ya no coincidirá en el cerebro del ser clonado. No habrá forma de plasmar en su estructura la misma información del original. Incluso, de hacerlo, los resultados podrían ser devastadores en el mejor de los casos. Imaginemos por un instante el calco de una lámina con un dibujo intrincado, y luego los intentos de reproducción de esa imagen calcada sobre otra superficie que ni siquiera es parecida al original: caos irreconocible.

Para lograr que los recuerdos encajen en el cerebro del ser clonado tendremos que retroceder incluso un poco más, al momento mismo de la donación del ADN y el mapa neuronal, y lograr además un mapa completo de todo el cuerpo del ser humano original que se pretende clonar, un mapa con cada parte, cada estructura, cada órgano, cada centímetro de piel y hueso. No hay muchas opciones. El mapa deberá contener la información de cada célula del organismo si se pretende clonar a uno idéntico y no solamente la información del mapa de construcción original.

Actualmente no es concebible ningún medio de almacenamiento que pueda albergar la información de todas y cada una de las células de un ser humano, pero supongamos por un instante que un futuro no muy lejano ese medio de almacenamiento y esa tarea es factible. En ese futuro entonces, el ser humano original donará su ADN, su mapa neuronal y el esquema completo, célula por célula, de su cuerpo. Con esa información será creado el ser clonado, pero no desde el nacimiento, sino directamente desde la edad del original.

Y así, por primera vez, se podrá obtener a un ser biológicamente idéntico a otro, al menos al momento de la creación, ya que el ser humano original seguirá viviendo mientras el ser clonado es concebido, y habrá diferencias imposibles de salvar, salvo que la clonación completa pueda llevarse a cabo en apenas millonésimas de segundo. De todos modos, si dejamos de lado por un instante esa diferencia dada por el tiempo de creación del ser clonado, podríamos decir que serán dos seres humanos iguales, célula a célula y basados en el mismo mapa genético. No habrá diferencias, por lo tanto, ¿serán entonces dos personas iguales? La respuesta aún seguirá siendo que no: no se ha clonado el alma.

Para los religiosos la misma pregunta de siempre abrirá entonces ciertas dudas con la profundidad suficiente para derrocar a cualquier Dios. ¿Dónde está el alma del ser clonado?, ¿es la misma que la del ser humano original? Dos personas idénticas, con vida, con recuerdos, con un pasado exacto. ¿Puede haber dos almas iguales?, ¿el alma se clona junto a las células? Dos seres vivos que piensan igual, que recuerdan lo mismo. ¿Cuál es la diferencia entre ellos? Son iguales, célula a célula, idénticos.

La clonación absoluta dejaría afuera de las fórmulas a cualquier forma de creación divina, a la idea de la vida y la muerte según los conceptos religiosos. La única respuesta posible a esa situación es que los seres humanos no tienen alma. Y sin alma no hay Dios. ¿Serán dos personas iguales si el alma no existe? Porque hablamos de clonar seres humanos y no de duplicar personas.

¿Qué nos hace individuales como persona? ¿Si dos seres humanos son idénticos podemos decir que son dos personas iguales? Tienen el mismo mapa genético, la misma estructura celular, los mismos recuerdos, ¿pero son la misma persona por eso? Podrían ser seres humanos iguales, pero personas diferentes. Incluso puede una persona creer que es alguien que realmente no es. Hay enfermedades mentales que hacen cosas aún peores y no nos asombramos demasiado.

¿Una mente implantada en un cuerpo creado a imagen y semejanza de otro, una creación manipulada célula a célula, un ser vivo replicado y exacto nos convierte en personas iguales?, ¿en qué momento? Si el ser humano original y el ser clonado se separan y viven vidas diferentes, ¿seguirán siendo personas iguales? El tiempo habrá hecho mella en ellos, las células habrán cambiado, incluso puede que alguno muera.

La vida nos hace diferentes, y es la vida misma la que nos hace personas, no son las células ni las estructuras ni los mapas de ADN; incluso el clon más exacto será diferente al original luego del primer suspiro: otro aire habrá entrado en sus pulmones, otra luz habrá iluminado sus ojos, la sangre fluirá en otro espacio y en otro tiempo, otros sonidos llegaran a sus oídos y otras ideas y sensaciones se formarán en su mente. Y para la mente no hay esquemas, la mente no está formada por células que puedan ser clonadas.

Si la mente no puede ser clonada tal vez nunca puedan existir dos personas realmente iguales; si el alma es única, imperecedera e indivisible tal vez sea justamente la causa que nos hace diferentes desde el nacimiento, cualquiera sea la forma de nuestra creación.

Si el alma es sinónimo de individualidad, una persona nunca podrá ser clonada y la clonación seguirá siendo por siempre un tema de fantasía para nuestras historias más elaboradas.



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