Entrada triunfal

En mi trabajo suelen pasar cosas raras. Y no lo digo porque trabaje en una empresa de dudosa catadura moral, sino porque sinceramente pasan cosas que solamente pueden definirse como raras. Me explico: ayer mismo, mientras caminaba hacia la salida, fui testigo de una situación que si la viéramos por televisión pensaríamos que es un chiste mal armado.

Primero tengo que aclarar que para salir de la empresa hay que atravesar el estacionamiento de la gerencia, y una sección de ese estacionamiento está debajo de un puente ferroviario. Además, desde hace unos meses, la concesionaria de los ferrocarriles está realizando trabajos en las vías del tren, y para poder hacer esos trabajos necesitan acarrear materiales hasta las vías. El tema es que por altura y ubicación, no pueden llegar con los camiones si no es por el interior de la empresa, así que derribaron una de las paredes que comunica con las vías e improvisaron una rampa de tierra para que suban los camiones. Y digo improvisaron porque más que rampa, es un terraplén mal armado que tendrá como mucho un metro de alto.

Durante la mañana es habitual ver camiones maniobrando en ese estacionamiento, pero entrada la tarde, como fue en el momento en que la vimos, no suele haber ninguna actividad. Tal vez por eso en un principio no advertí que había alguien trepando el alambrado, o no quise advertirlo. La verdad es que sí noté algo, pero estaba saliendo de la empresa y me importaba demasiado poco lo que ahí hubiera. Seguramente fuera alguien de mantenimiento o algún obrero rezagado, y ninguno de los dos me importaba demasiado, al menos hasta que la persona de mantenimiento o el obrero rezagado decidió que la mejor forma de bajar el terraplén era rodando... y en ese momento también descubrí que no era realmente una persona de mantenimiento ni un obrero rezagado el que bajaba por el terraplén de la forma más aparatosa posible, sino un travesti.

Por eso digo que en mi trabajo suelen pasar cosas raras. No creo que en muchas empresas las concesionarias ferroviarias manden a abrir paredes en el estacionamiento de la gerencia, ni que manden camiones y obreros por terraplenes mal armados para hacer trabajos en vías nacionales, ni mucho menos que esos pasajes los tapen con rejas improvisadas por las que después trepan travestis que bajan a los tumbos.

Y no solamente bajó rodando el terraplén, sino que se despatarró como solamente podría hacerlo un travesti que acaba de caer de una reja improvisada. Y se levantó sin decir nada, y se sacudió la tierra del cuerpo y empezó a caminar sin grandes espavientos, como quien no quiere llamar la atención, despacio y mirando al frente, como si conociera y supiera para adonde va el camino.  

La miré a mi compañera, que caminaba conmigo hacia la salida:

- ¿Vos viste al trava que acaba de caer rodando la subidita de los camiones?   -le dije y nos quedamos mirando al "muchacho" se alejaba para el otro lado-   Mejor le aviso al de seguridad   -agregué y me acerqué a la casilla del guardia.

- ¡Terrible porrazo!   -dijo mi compañera, como si recién en ese momento hubiera reaccionado.

Del otro lado de la ventana, el guardia de la tarde ya estaba preparado para abrirme la puerta cuando le solté en seco y sin ningún preámbulo:

- Se te metió una chica por la rampa   -dije, señalando hacia mis espaldas y haciendo honor al respeto por la igualdad, porque le estaba diciendo "chica" al travesti que instantes antes se había despanzurrado en el piso de la forma menos femenina imaginable.

Y el guardia se me quedó mirando, y la verdad es que no puedo saber qué pensó en ese momento, pero a juzgar por su cara de consternación, diría que no fueron pocas las preguntas que lo asaltaron. Ni convendría reproducirlas a todas.

- ¿Que se me metió una chica en donde?, ¿a mi?   -y empezó a acariciar inquieto el pulsador que abre la puerta, aunque eso seguramente fue un acto reflejo. Siempre que nos vamos nos abre la puerta, y para hacerlo tiene que estirar el brazo y darle al pulsador que hay a su lado-   ¿Qué rampa?

- La de los camiones   -volví a señalar a mis espaldas-.   La subidita de tierra esa con la reja medio desarmada que dejaron ahí la gente de los trenes   -el guardia me seguía mirando con una cierta aprensión, sin entender todavía por qué le hablaba de mujeres y de rampas y de cosas que se le andaban metiendo quien sabe en donde.

- Se fue caminando para el fondo   -continué-   Es la chica que va allá.

- Y será la chica de la limpieza   -volvió a estirar el brazo para darle al pulsador, abrir la puerta y dar por terminada esa conversación. En el imaginario del guardia, si yo me iba, el problema seguramente se iría conmigo.

- ¿La chica de la limpieza?   -últimamente el personal de maestranza estaba dejando bastante que desear, sobre todo los más nuevos, pero incluso así me pareció demasiado que hubieran contratado para limpiar a un travesti que consideraba una buena idea ingresar a la empresa por una reja a un costado de las vías.

- ¿Estás seguro?   -repliqué-   Porque bajó rodando por la rampita de tierra.

Y entonces se sumó a la conversación mi compañera y logró aclarar la situación con muchas menos palabras:

- Era un trava, no una chica   -le aclaró-.   Trepó la reja y se pegó flor de porrazo. Después se fue para la gerencia   -señaló hacia el fondo-   ¿La ves? Allá va caminando como si nada.

El guardia pegó un salto y salió de la casilla a paso redoblado.

Lo cierto es que no me quedé a ver qué pasó después. Aproveché que antes de levantarse el guardia abrió la puerta que da a la calle y me fui sin mayores preocupaciones. Creo que es mejor así. En mi trabajo suelen pasar cosas muy raras.

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