¿Qué se sentirá?

Había una vez una empresita de gaseosas muy conocidas que quería sacar al mercado un nuevo sabor. La verdad es que era más o menos lo mismo de siempre, pero sin nada de azúcar para que los gorditos se pongan como locos.

Resulta que después de muchos intentos lograron un sabor relativamente aceptable, más que nada porque los edulcorantes le daban un sabor metálico difícil de contrarrestar. La gaseosa parecía un amargo jarabe para la tos. Pero entonces, cuando creyeron que al fin lo habían logrado, se encontraron con un gran problema: si querían comercializar la nueva gaseosa, tenían que cambiar el edulcorante principal porque estaba prohibido para el consumo humano.

El edulcorante que habían usado estaba estudiado y se había llegado a la conclusión de que tenía muy pero muy altas probabilidades de provocar cáncer. Los muchachos de la empresita de gaseosas se vieron entonces en la obligación de cambiarlo por otro que no matase a los potenciales consumidores. No era realmente un problema complicado de resolver, salvo por un pequeño detalle: el coste del edulcorante no cancerígeno era diez veces más alto.

Al cabo de un tiempo, la empresita logró salir al mercado con la nueva gaseosa endulzada con el edulcorante no cancerígeno -y diez veces más caro-, y comenzó a venderla y así y todo obtuvo -y obtiene- buenas ganancias. ¡Todo un logro!

Pero como la empresita tenía sucursales en otros países de nuestro querido mundo, no perdieron tiempo y comenzaron a distribuir la nueva gaseosa por todos lados. ¡Pero que sorpresa! De buenas a primeras aparecieron países -conocidos también como repúblicas bananeras o republiquetas- en donde las personas eran resistentes al edulcorante cancerígeno... o al menos eso es lo que entendieron los directivos de la empresita de gaseosas al descubrir que no había leyes que les prohibiera vender la gaseosa con el edulcorante cancerígeno -y diez veces más barato- que en tantos otros lados mataba a la gente y que estaba completamente prohibido incluso para el consumo animal.

Y entonces, ni lerdos ni perezosos, cambiaron la fórmula y sacaron al mercado una nueva gaseosa para los países con habitantes resistentes al cáncer. No cambiaron el nombre y se esforzaron para mantener el sabor. Ambas gaseosas son iguales, lo único que cambia es la expectativa de vida de quienes la consumen.

La empresita es una tal Coca-Cola, y la nueva gaseosa es conocida en todo el mundo como Zero. Para USA y Europa está endulzada con Aspartamo, mientras que en las repúblicas bananeras está endulzada con Ciclamato de Sodio.

Más allá de la sociedad anónima que la compone, ¿qué sentirán los que aprovecharon la falta de control de las repúblicas bananeras para comercializar un edulcorante cancerígeno? O sea, hay un hombre por ahí -o varios- que aceptaron e incluso dieron la orden de usar el Ciclamato. ¿Qué sentirán al cerrar los ojos para ir a dormir?

Fuente de datos: Center for food safety & applied nutrition: www.cfsan.fda.gov. Ciclamato de Sodio: edulcorante prohibido en USA, incluído en la EAFUS: Everything Added to Food in the United States, y en la lista de SUBSTANCES PROHIBITED FROM USE IN HUMAN FOOD.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario