Shaladam: El emperador y los traidores

Un fragmento del capítulo que más me gusta:

Agdhatar oyó el zumbido y ladeó apenas el torso, pero no se dio vuelta.
—Mantén esa espada en su vaina, joven traidor   —le advirtió con voz severa—.   Porque si no lo haces, tu cabeza rodará en la tierra mucho antes de que el más rápido de tus lacayos haya logrado alcanzar esta explanada   —mantuvo la mano sobre la cruz de la espada.
—No deberías amenazar de espaldas a un traidor armado   —la voz del Ghamnar había cambiado, se había vuelto grave y fuerte—.   No deberías subestimarme, Agdhatar.
El emperador se dio vuelta. Los ojos del Ghamnar brillaban de un rojo fuego, el rostro desencajado.
—¿Quién eres?
—Eso no te incumbe   —bramó el Ghamnar con una voz penetrante—.   Los guerreros no responderán al llamado de los traidores.
—¿Y a quién han traicionado los Ad´Erak?   —replicó Agdhatar con vehemencia—   ¡Ni el más ruin de los desertores se atrevió jamás a insultar de ese modo a los Antiguos!
—No me importan tus quejas, Agdhatar   —la voz del Ghamnar se había vuelto reverberante y pesada—.   Los Ad´Erak de Ehnar necesitan ahora nuestra ayuda. Los antiguos han dejado de ser uno, las mentiras se han terminado. El Cradakab fue esa última miseria. Y ahora debe terminar   —alzó la espada, los ojos le brillaban—.   Las fuerzas de Ehnar prevalecerán.
Agdhatar advirtió de pronto que una sombra se movía entre las penumbras del otro lado de la explanada, entre las ruinas; una sombra enorme y encorvada.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario