- Hay que usar un enano -dije yo así de pronto.
- Y sí -confirmó mi amigo mientras asentía con la cabeza.
- Viste que para esas cosas son mejores, los pones a laburar y le dan y le dan hasta que lo consiguen.
- Para esas cosas van bien, viste que mucho en realidad no sirven.
- Claro, son medio una mierdita -y agregué-. Además, ¿a quién le gustan los enanos?
- ¡A nadie! -largó una carcajada-. Si son un garrón, no sirven para nada.
Y ahí nomás se dio vuelta una señora -tirando a señorona- que estaba en el asiento de adelante y nos miró con una cara de culo de antología. En ese momento no supe qué le pasaba y cuando volvió la mirada al frente, nos miramos extrañados con mi amigo y seguimos la charla. Recién cuando bajé del colectivo e iba camino hacia el trabajo me di cuenta de lo que había pasado.
Ahora, cuando me vengan a buscar del INADI, no sé ni por dónde voy a empezar con las explicaciones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario