Haciendo agua

Hace siete años el país estaba quebrado, había perdido el rumbo   -que nunca tuvo claro-    y todo parecía indicar que al fin los gobiernos de cartón, títeres absurdos, los militares asesinos e ignorantes, los políticos corruptos y el pueblo indiferente se las habían arreglado para hundir a un país que hace apenas cien años se perfilaba como una potencia mundial. No fue fácil, pero entre todos lo logramos.

En el medio de ese caos, sucedido por varios "presidentes" de un día y coronados al final por el mafioso más obseno de la Argentina, apareció un hombre que poca gente conocía. Y llegó al poder sin el apoyo del pueblo, sin los votos, sin nada; llegó al poder porque el innombrable se escapó como rata por tirante cuando vio que lo tenía perdido.

El nuevo presidente no parecía un presidente: se reía en la ceremonía de asunción, saludaba a la gente como si fuera una estrella en una entrega de premios bizarros; mal vestido, jugando con el bastón presidencial se sacaba fotos con un apósito en la cabeza, producto de un "camarazo" de un fotógrafo que no lo vio venir entre la multitud. ¿Ese hombre nos va a gobernar? La Argentina era un barco que había escolado y se estaba hundiendo, la Argentina era un país que hacía agua por todos lados.

Nunca me consideré un K   -como definió la oposición a cualquiera que simpatizara con el modelo de los Kirchner-   pero no puedo negar que en esas condiciones, Néstor Kirchner no solamente salvó la nave que se hundía, sino que la apuntó en la dirección correcta, la dirección que nunca tuvo en toda su historia. La salvó a los golpes y la enderezó a los empujones, bruto a veces, sin cuidado siempre, eso nadie lo niega; y por su camino hubo las corruptelas diarias de todos los días, los impresentables, ciertas mafias que mejor no mencionar, peleas y atropellos innentendibles. Pero hoy la Argentina flota de nuevo cuando nadie lo creía posible, porque él la salvó de la zozobra por un pelo. Un presidente que no parecía presidente, desfachatado, caprichoso, prepotente.

Y así como llegó se fue, de un día para el otro, sin aviso y cuando nadie lo esperaba. Y aunque lo peor de la tormenta quedó atrás, estamos a la deriva de nuevo, de pronto sin fuerza y sin motores. Pero esta vez el camino está marcado, la nave en condiciones, el cielo despejado. ¿Podremos seguir adelante?, ¿o una vez más habrá que mirar como se tuerce el rumbo, cae la noche y las tormentas amenazan con hundirnos a todos de nuevo?

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